Ha pasado cuarenta y ocho años desde que Norman
Rockwell
inmortalizó en un lienzo a la primera niña afroamericana que fue a un colegio
de blancos en EEUU. Aquel primer día tuvo que ser acompañada por federares al
colegio, ¿Por qué necesitaba protección una pequeña de seis años?. ¿Por la gran expectación?. No, su
llegada provocó gran caos y confusión. La gente le gritaba, escupían a su paso
y le tiraban cosas. Una mujer amenazó con envenenar su comida, a partir de
entonces la niña tuvo que llevar el almuerzo desde casa. Todos los maestros,
menos uno, se negaron a darle clases.
En esta imagen en la pancarta se lee “ la integración es un pecado
mortal”.
Parecen inverosímiles estas imágenes, hoy en día escandalizarían a
cualquiera, y más en un país como EEUU formado mayoritariamente por extranjeros,
y una gran presencia de afroamericanos.
Pero la verdad es que no ha pasado ni un siglo, y parece que nos hemos
olvidado de ello. ¿Qué hubieran dicho esas madres si hubieran sabido que un
afroamericano iba a llegar ser presidente de EEUU?
Para Sartori, hoy predomina, un multiculturalismo que sigue estando
anclado en la étnia, aunque sin embargo, es de cuño cultural. El
multiculturalismo no plantea problemas a una concepción pluralista del mundo,
pero si el multiculturalismo, en cambio, se considera como un valor, pluralismo
y multiculturalismo de pronto entran en colisión.
El pluralismo aprecia la diversidad, pero si una sociedad no es
heterógenea, sino homogénea, no se siente obligado a multiculturizarla. Multiculturalidad es tolerancia y la tolerancia no ensalza tanto al otro
y a la alteridad, solo los acepta.
Para Sartori, una sociedad fragmentada compuesta de
grupos configurados por la tradición o por identidades adscritas, que se
mantienen incomunicados o enfrentados entre sí, no tienen nada que ver con una
sociedad pluralista, caracterizada por las asociaciones voluntarias, las afiliaciones
múltiples y las líneas de división cruzadas de unos ciudadanos que se toleran y
se reconocen recípocramente sus derechos.
Las
identidades de adscripción (nacionalidad, lengua, raza, religión o sexo) del multiculturalismo,
pegadas a la espalda de sus titulares desde el nacimiento, crean guetos cerrados
e impiden a sus pobladores atravesar fronteras interculturales. Las políticas
públicas de affirmative action o de discriminación positiva en
favor de grupos desfavorecidos refuerzan
esas
tendencias a fabricar la diversidad, aunque no tengan una fundamentación
teórica multicultural.
Sartori
rechaza la ciudadanía diferenciada, aquella en la que a ciertos ciudadanos se
les permiten ciertas cosas por pertenecer a ciertos grupos que no se les
permiten a otros ciudadanos de grupos distintos. Lo que defiende es la igualdad
absoluta ante la ley.
Pero creo que en este tema no todo es blanco y negro, es verdad con la
discriminación positiva, no se tratan de la misma forma a todos, a unos le
ofreces más ventajas que atros. Pero las veo necesarias si el sistema cultural
o las circunstancias personales hace que no partan de unas mismas condiciones.
Porque si esto lo trasladamos a una persona que tiene una disminución de la capacidad
visual, está claro que la sociedad tendrá que ajustarse a esa persona como
carteles en barille para que también puedan acceder a lugares como cualquier
otro.
Pero también opino que la diferencia existe, a pesar de que ante todos
somos seres humanos, cada uno tiene una forma de interpretar el mundo y su
entorno. Y está claro que la sociedad no puede adaptarse como el caso anterior
a todas las culturas, puesto que nunca se acabarían de adaptar, por las
disparidad de las culturas, y su forma de interpretar.
Pero debemos ser cada vez más tolerantes y no tan hipócritas y reconocer
que las diferencias existen, y no dejarnos llevar por viejos argumentos
religiosos como “como ante dios todos somos iguales”, que es verdad que en
nuestra esencia humana y espiritual
todos vamos a acabar de la misma forma, pero aquí en la tierra las diferencias
sí existen.
Sartori define a la sociedad como multiétnica. Hasta qué punto puede ser abierta una sociedad ?, ¿Hasta qué punto puede
ser plural una sociedad pluralista?
No son preguntas fáciles de responder. Corren tiempos, con los grandes
flujos migratorios hacia las sociedades occidentales, en los que el mismo hecho
de plantearlas ya demuestra valor.
Y la sociedad que defiende Sartori es la sociedad pluralista nacida del consenso, es más, es aquella en la que uno está obligado a alcanzar un consenso. Pero plantea, con bastante acierto, que una sociedad dividida en grupos no es automáticamente una sociedad pluralista:
“Una sociedad fragmentada no es por ello una sociedad pluralista. [...] el pluralismo postula una sociedad de “asociaciones múltiples”, ésta no es una determinación suficiente. En efecto, estas asociaciones deben ser, en primer lugar, voluntarias (no obligatorias o dentro de las cuales se nace) y, en segundo lugar, no exclusivas, abiertas a afiliaciones múltiples. Y este último es el rasgo distintivo. “
El contraciudadano que rechaza los principios de la sociedad que le
acoge mientras se beneficia de las ventajas que le ofrece esa misma sociedad.
Ante esta idea puedo pensar que los humanos no podemos estar deacuerdo
en todo, ni tampoco tenemos los mismo valores, pero no hay nada de malo en
beneficiarse de las ventajas que la sociedad debe ofrecer independientemente de
las ideas políticas o valores. Pero siempre teniendo en cuenta que la persona
que rechaza esos principios debe de no poner límites y ceder tanto unos como otros.
Porque ¿qué son los principios?, como
decía Chaplin “aquí están mis principios y si no le gustan tengo otros”. Los
principios sólo sirven para alejarnos unos de otros. Son ideas que uno se
impone y son realmente absurdas seguirlas a raja tabla.
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